El nuevo nacimiento legaliza a los que han creído para entrar a un nuevo orden en el cual Cristo es Cabeza de una nueva creación y Señor soberano en todas las cosas que han sido hechas nuevas.
Cuando el Cristo resucitado ascendió al cielo, el Padre lo exalto como Señor sobre el universo y sobre cada creyente individual. Para entender mejor la necesidad absoluta de este cambio de soberanía es importante entender las dos esferas y sus características, según las presenta la Biblia.
Características Esenciales De Cada Esfera
Las dos esferas que presenta la Palabra (vieja creación – nueva creación) son la exacta antítesis de cada una, por lo tanto la vida en una de ellas impide la vida en la otra.
Romanos 8:5
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Romanos 8:9
Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
La característica principal de la vieja creación es “la carne” y de la nueva creación es “el Espíritu”. El que no ha nacido de nuevo esta “en la carne” y el que ha creído esta “en el Espíritu”.
La Biblia nos enseña que “la carne” y “el Espíritu” son enemigos irreconciliables en dos esferas totalmente diferentes.
Romanos 8:6
Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
Galatas 5:17
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
El pecado de Adan bautizo a toda la raza humana en “la carne”.
Genesis 6:3
Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.
La carne es todo el hombre natural, la vida de la naturaleza, sea esta buena o mala, la cual se recibe a través del primer nacimiento. Es la vida terrenal y pecaminosa que se recibe por medio de generación humana. Es todo lo que somos como hijos de Adán.
Juan 3:6
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
Para Dios la carne es:
- La causa del poder del pecado – Romanos 7:25
- La debilidad de la ley – Romanos 8:3
- Enemiga de Dios – Romanos 8:7
Dios no ve nada bueno en “la carne”, aun lo mejor que pueda producir el ser humano.
Romanos 7:18
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
Considera que el hombre (Pablo) que se gloriaba en cuanto al celo y lo irreprensible que era en cuanto a la obediencia de la ley, ahora inspirado por el Espíritu Santo declara que en el no mora el bien. Cuando fue trasladado a la vida “del Espíritu” vio que su propia justicia era como “trapos de inmundicia”, porque estaba contaminado por el pecado.
La carne no ofrece nada que sea aceptable para Dios, por lo tanto, Dios solo puede tener una sola actitud hacia la carne - condenación y rechazo.
Romanos 8:8
y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Pero, el nuevo nacimiento (regeneración) abre el camino para el hombre convertirse en un ser espiritual. En el nuevo nacimiento el Espiritu Santo vivifica el espiritu humano, y lo hace morada para hacer toda nuestra vida, espiritual, sobrenatural, celestial, y santa.
Es el Espiritu Santo en nosotros el que quebranta el poder del pecado, nos conduce a obedecer la ley del Espiritu de Vida y derrama en nosotros el amor de Dios.
Romanos 8:2,4
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Verso 4
para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Romanos 5:5
y la esperanza no averguenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
En el proximo articulo veremos como el viejo hombre gobierna en la esfera de la carne y lo que Dios tuvo que hacer en Cristo para poder salvarte de la tiranía del pecado y la condenación de la ley. ¡Bendita gracia!