Cuando Alguien Es Sorprendido En Pecado


La crisis que estaba enfrentando la iglesia en Galacia, ya estaba mostrando sus evidencias; la división.

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La intensidad de los perturbadores y sus falsas enseñanzas estaban causando que los creyentes se menospreciaran. En vez de una comunidad de creyentes donde todos eran iguales “en Cristo”, y todos miembros de la “familia de Abraham”, (3:26-29) los perturbadores habían dejado su legado de división basado en factores irrelevantes al evangelio.

Aun hoy, es muy fácil que esta actitud se muestre en cualquier iglesia. Las mismas divisiones que se ven en la sociedad en general (raza, clase, economía, color, la clase de casa que tienes, etc) puede causar que los creyentes se menosprecien los unos a los otros. La pregunta sería; ¿Qué tiene que ver eso con el Reino de Dios?

La iglesia debe funcionar como una familia. Cada miembro debe cuidarse el uno al otro. En el capítulo anterior Pablo le mostro a la iglesia lo que se manifiesta cuando nos alineamos al Espíritu (el fruto del Espíritu), ahora el aplica este principio a la vida práctica de la iglesia en general.

Aunque es muy probable que alguien cometió una falta, Pablo tiene cuidado en no acusar a nadie en particular. En vez de instrucciones detalladas sobre qué hacer, les da recomendaciones generales que son relevantes para cualquier iglesia, y deja que ellos mismos lo trabajen y lo apliquen a quien sea necesario.

Todo está relacionado a los argumentos que se están debatiendo en la carta en relación a la ley. No la ley de Moisés, sino la ley del amor – la ley de entregarse en amor y humildad en el servicio a otros. Esta ley en vez de mostrar el comportamiento ostentoso de algunos, es una señal de que ellos son verdaderamente espirituales.

Verso 1

Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.

Así como Cristo cargó la cruz por otros, también los creyentes deben llevar las cargas los unos por los otros. Si uno de los hermanos peca hoy, debo recordar que puedo ser yo mañana. Es la responsabilidad de cada uno, ayudar para restaurar a otros, y se debe hacer sin arrogancia.

Si alguien cree que puede menospreciar a otros hermanos porque tiene un comportamiento impecable u ocupa una posición prominente, esa actitud es evidencia de las obras de la carne. La persona se está engañando a sí misma.

Verso 3

Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.

En cierta medida esto es una paradoja de la vida en Cristo. Todos por uno y uno por todos, pero nadie puede asumir que su piedad o entrega es suficiente y que no necesita cuidarse así mismo.

En relación a ayudar a los hermanos lo debemos hacer con humildad, pero cuando se relaciona a uno mismo debemos reconocer nuestra responsabilidad por nuestras propias acciones. “Sobrellevad llevad los unos las cargas de los otros” (verso 2) es balanceado con “cada uno lleve su propia carga”. (Verso 5)

Verso 2

Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.

Verso 5

porque cada uno llevará su propia carga.

Estos versos no tienen la intención de convertirse en un manual de restauración cuando alguien es sorprendido en pecado. Son una exhortación a que hacer y el espíritu que debe gobernar las relaciones entre los creyentes aun cuando alguien es sorprendido en una falta.

La realidad es que cualquier iglesia que tome estos textos seriamente experimentará la única victoria que realmente tiene valor: la victoria de la cruz de Cristo, manifestada en la comunidad de los creyentes y evidente a la sociedad en general.

Nota: El tema de restauración para nuestra familia no es una teoría. En nuestro proceso experimentamos el dolor, la culpa, la miseria del pecado, el amor de los hermanos, el juicio de los hermanos, el abandono de los hermanos, la gracia de los hermanos, la condenación de muchos, y la restauración del Señor. Los efectos del pecado no se deben subestimar en la comunidad de los creyentes, las familias y la sociedad.

Hoy, miles han salido de las iglesias porque no encontraron a alguien que en su caída le extendiera la mano, en ocasiones muchos por cuidar la reputación de su nombre abandonaron a sus hermanos en Cristo. Esto no justifica el pecado o la falta cometida, sin embargo, si la restauración no es posible en la comunidad de los creyentes ¿Dónde lo será?

Por esta razón escribimos nuestro libro Caer No Es La Sentencia Final: Una familia, cuatro historias sobre el poder del amor y perdón incondicional. En este libro no solo encontraras esperanza si has caído, pero si eres uno de los que quieres ayudar a otros a levantarse encontrarás poderosos principios para ayudar a uno de tus hermanos o hermanas en Cristo.

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